Cielo, aire, espacio. Siempre el hombre a mirado hacia arriba para buscar el significado de su presencia en el planeta. Siempre el cielo ha sido el lugar que ha inspirado a la humanidad a recrear sus mas grandes sueños. Desde el mito hasta la invención del avión, el cielo permaneció como la frontera final de los deseos del hombre por conquistar lo desconocido.
Así como el niño que soñaba con conquistar los cielos me convertí en piloto. Recuerdo la emoción mas grande de todas las experiencias del vuelo. El primer vuelo solo, que tal como los pioneros del vuelo es el momento mágico en donde por fin como hombres superamos con el pensamiento nuestra incapacidad física de elevarnos por los cielos. Recuerdo que sentí toda la grandeza de la historia que me precedía en mis manos, gritaba de la emoción y estaba zurcando el cielo, alejado de cualquier otro ser humano como nunca antes. Volaba solo y realizaba el sueño de niño, el sueño del hombre.
Volé y recorrí Colombia por los aires, conocí su paisajes, sus ciudades. El hombre siempre conoció al mundo que lo rodeaba desde el suelo. Construyó sus ciudades desde su propia medida. Pero sólo desde arriba se conoce la grandeza de lo realizado por los hombres. Sólo desde arriba cuando sobrevolamos una ciudad podemos comprender nuestra increíble habilidad para modificar el paisaje. Para convertir lo indiferencíable del mundo natural en una referencia conocida. Algo que nos ubique dentro del mundo hostil de la naturaleza primitiva. Referenciamos nuestro lugar a través de un punto de referencia. Al estar cerca o lejos, adentro o afuera, podemos realmente habitar el mundo sobre el cual fuimos lanzados como etnia natural. Y esto es un gesto arquitectónico y el verdadero significado del habitar. Esto lo entendí desde el cielo.
Después de horas volando entre nubes, acompañado por vientos, lluvias y demás fenómenos del aire, fue que comprendí que el sueño de volar es un sueño mágico, primordial e infantil. Desde el aire entendí que el significado de nuestra presencia sobre la tierra es el de habitar. El habitar el mundo nos da sentido, nos pone en nuestro lugar en el mundo. Ahora la búsqueda cambiaba por completo de escenario, ya estaba enfrentado a un nuevo mundo, estaba parado de frente al habitar del hombre. Ahora quería habitar y para ello debía ser arquitecto.
Pero en realidad no son los sueños la materia prima de la cotidianidad. Para volver a estudiar en la Universidad debí hacer una serie de maromas que exceden la imaginación. Tiempos perdidos, exámenes caducos, cartas de lambonería, esperas, filas y montón de trabas por superar.
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