Adentrarse en una visión de la ciudad onírica. Placer de mi oficio de arquitecto, en el cual la teoría es hoy adorno y plusvalía innecesaria. Regocijo en soñar la ciudad en recorridos perdidos. Como el recorrer de Benjamin. Los pasajes, vitrinas y objetos de la ciudad moderna. Sin duda un acontecimiento que cambio la arquitectura. El objeto y su imagen.
La imagen, el cristal, el limite del muro. El sentido original de la construcción del muro. El miro del origen y la cabaña primitiva. Marc-Antoine Laugier (un religioso jesuita francés, destacado hombre de letras y teórico de la arquitectura) escribió la primera edición del «Essai sur l’architecture en 1752. En 1755, se publicó la segunda edición de la obra que le hará conocido, con una famosa, a menudo se hace referencia a ella, ilustración de una primitiva choza.
Pienso en el grabado de Laugier de la cabaña primitiva. En como el ángel de la historia mira a Cleo (no Hestia) voltea había el pasado a señalar la cabaña primitiva. Pero si miramos bien el grabado vemos como la perspectiva en realidad muestra que no señala el pasado, sino un futuro incierto, como en el tiempo de Benjamin, en donde no solo la arquitectura desvanece su propia solides, sino que el ángel, pierde su horizonte, su lugar.
Al mirar la reconstrucción en 3D del grabado vemos la falacia de la perspectiva. Cleo no señala hacia el pasado, señala algo fuera del el marco del grabado. Señala la destrucción del espacio arquitectónico. Señala la modernidad capitalista. El ángel de la historia perdió su lugar en el mundo. En el paisaje natural. La arquitectura moderna se replica sin tener en cuenta su emplazamiento. Su “genius loci”. Ahora el mundo es plano como el papel en blanco. Es replicable. Reproducible técnicamente. Estilo Internacional.
Como en el ángel de Klee, que un día compró Benjamin, y que llevaba consigo. Ese ángel de mirada aterrorizada que llevaba en su pasaporte. Es angel asustado, cayendo. Como él. Sin patria y sin tiempo.
La arquitectura, sus sueños, ya se desvanece. Y nosotros, enamorados del sueño arquitectónico. Somos ahora caducos soñadores esperando que en la imagen habite el nuevo hombre sin lugar.